Disimular, mirar hacia otro lado, esconder el iPod bajo la almohada, escuchar una canción a altas horas de la madrugada, tener la sensación de hacer el estúpido, ir en contra de la realidad, negar la evidencia que todos ven, las miradas, los ojos de corderito y poner disculpas. Un nombre que me persigue, yogur griego como secreto y títulos como relato.

Recordar el año pasado, alfa, beta, gamma, pensar en noviembre y echar de menos mayo, rosa, rosae. Cambiar de peinado, huir del sol, comprar un jersey en julio y ver como se rompen paraguas sin cesar para pasar calor en septiembre. Oír gritos y cerrar los ojos, marcharse cuando alguien te llama aunque quieras dar la vuelta, un ataque de pánico cada vez que crees ver a un recuerdo, copiar fotos y el último abrazo a mi Mini, echándola de menos, desear volver a verla.

Hacer planes, pincharse con una chincheta, borrar sonrisas, malos olores, los gofres de chocolate caliente y el café de Oviedo en un día lluvioso, correr con tacones, perder un tren. No completar un trabajo, el fin de los plazos, promesas incumplidas. Escribiendo cartas, adiós, despedidas, cuatro años después, paquetes perdidos, la mala suerte que acompaña, té con leche por la mañana.

Odiar a los mosquitos, descubrir que ella no es sosa, apagar el despertador antes de que suene, haber recibido recomendaciones. Leer sobre melocotones helados rellenos de chocolate derretido y recordar el tirámisu y una frase: "la leche condensada, que dejaba en sus labios el sabor de alguien que había muerto hacía mucho tiempo".

Vuelvo a empezar, vuelve a ser igual, vuelve a ser distinto. Vuelvo a mirar a otra parte cuando no me interesa y sigo tras el fin del verano. Todas las cosas que haces y que no son nada, a veces sí lo son. ¿Sonrio?