Mi memoria huele últimamente. Sigo siendo un desastre, tremendamente organizada para algunas cosas y muy descuidada para otras. Así mi habitación en las últimas semanas es un caos, llena de libros por todas partes, más ropa de la que debería haber tirada por el armario, demasiados cds agolpándose encima de la cadena de música y yo sentada en mi mesa gigante (ocupa toda una cara de la habitación, ya que en la esquina está el ordenador y la otra parte es para estudiar) un poco estresada como siempre.

Debido a mi desorganización de vida por falta de tiempo, no por querer tener las cosas hechas un desastre, voy descubriendo pequeñas cosas que me hacen recordar otras muchas, tan sólo por el olor.

El otro día encontré un jersey en la parte alta de mi armario que no me ponía desde julio (en Irlanda, claro) y cuando lo cogí, me recordó tremendamente a un día especial en que me lo pusé allí. Olía igual. También encontré una barra de brillo de labios rosa con un olor muy característico, que me recordó a los domingos en la discoteca, a mi compañera de cuarto sin saber qué ponerse y a mí maquillándome en el pequeño espejo de nuestro inmenso cuarto.

También encontré mi libreta de ejercicios de mis clases allí, así como la que viene a ser un diario con todos mis pensamientos durante aquel mes. Las libretas de Irlanda no son como las de aquí: huelen diferente.

Hay muchos olores que, desde que volví, van apareciendo y me recuerdan a Irlanda. Una colonia que llevé y que agoté allí porque olía a chocolate y la echábamos por toda la habitación. Compré otra igual cuando volví.

Sé que soy capaz de recordar casi todo lo que he hecho siempre y cuando haya algo que me haga recordarlo. Eso me pasa con estos olores. Que me recuerdan cosas que tenía enterradas en la mente y me encanta.

Le dedico este post a mi bixito, que le echo muchísimo de menos y nunca coincidimos para hablar porque soy un desastre o ya no sé porqué. Él ya sabe porque los olores son especiales, especialmente en una blusa azul.